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Por Antonio LAS HERAS  y Silvina L. MAZAL

Carl Gustav Jung (1875-1961) forma parte de una de las personalidades más fascinantes que poblaron el universo científico del siglo XX. Médico psiquiatra, pilar de la psicología moderna, antropólogo, experto en esoterismo, alquimia y simbología, conocedor de la Astrología, estudioso de la Parapsicología, interesado en el fenómeno Ovni y autor de poesía; este hombre polifacético supo introducir importantes conceptos claves en el campo de la ciencia mediante el trabajo y la investigación permanentes, dando como resultado la llamada Psicología Compleja, Profunda o de los Arquetipos…. O, directamente, Psicología Jungiana.
Veamos algunos de estos conceptos.
Partiendo de la idea de inconsciente desarrollada por Freud, Jung propuso la existencia de dos inconscientes, basado en sus estudios sobre mitología universal y el análisis de cientos de sueños: lo “inconsciente personal”, bastante similar al inconsciente freudiano; y lo “inconsciente colectivo”, raíz y esencia del psiquismo, constituido por estructuras arquetípicas resultantes de los momentos emocionales esenciales de la Humanidad. Allí está la arquitectura de los arquetipos que, luego, cada cultura, en todos los tiempos, da a luz: Dios, lo Demoníaco, el Bien, el Mal, el miedo a la oscuridad, el Héroe, el Anciano Sabio, la Diosa, la Doncella y tantos otros. Jung describió algunos arquetipos muy peculiares, como el Ánimus, aspecto psíquico masculino que, originado en lo inconsciente colectivo, habita en la mujer, y el Ánima, aspecto psíquico femenino del varón. Sobre los arquetipos Jung aclara en una de sus obras fundamentales “Símbolos de Transformación” que: “… no he descubierto un rasgo hereditario propio de una raza, sino un carácter humano universal. No se trata de representaciones mentales innatas, sino de una disposición funcional a emitir las mismas ideas o ideas muy semejantes. Llamé, posteriormente, arquetipo a semejante disposición”.
Con respecto a los sueños, Jung los clasificó en compensatorios y no compensatorios. Los primeros coinciden en su descripción con los del psicoanálisis freudiano, mientras que los segundos incluyen a los arquetípicos, anticipatorios, traumáticos, proféticos y parapsicológicos. Para el análisis de los sueños utilizó el método de amplificación, dándole al soñante un papel activo en la interpretación, siendo el analista un colaborador que no debe imponer ninguna idea. Jung se basaba en la premisa de que el primer sueño relatado en análisis suele mostrar, habitualmente, una visión del problema en cuestión y un esbozo de la forma en que habrá de resolverse. Sostuvo, también, que de ninguna manera hay que interpretar un sueño por sí solo porque, en general, pertenece a una serie que responde a la continuidad inherente a los procesos inconscientes, que es mucho más estricta que la que se da en los procesos conscientes.
Su idea de libido difiere de la de Freud en este sentido: acepta que en los principios de la Humanidad, cuando lo animal prevalecía en el hombre la libido era sexual, pero, conforme nuestra especie fue diferenciándose más y más de los animales, esa energía fue modificándose hasta la actualidad, por lo que aquella carga instintiva desapareció casi totalmente, siendo la libido, hoy en día, una energía psíquica por sí misma, sin correlato con lo sexual; energía que responde al impulso cultural y a las necesidades espirituales que adquieren mucha importancia en la segunda mitad de la vida. Por eso es que Jung explica que la neurosis tiene su origen en “una incapacidad para resolver un problema actual siendo una actitud mental que puede hacerse permanente y agudizarse más y más cada día”. Las causas de la neurosis no deben buscarse sólo en el pasado del individuo sino también en su presente, porque puede suceder que su libido no esté consiguiendo que esa persona supere los obstáculos que la llevarían a un nuevo estado de desarrollo, anhelado por su conciencia.
El concepto de “complejo” es un hallazgo junguiano. Se denomina así a una manifestación en lo inconsciente personal, cuya raíz se encuentra en lo inconsciente colectivo y que requiere la intervención de un fenómeno de represión para producirse. Jung expresó respecto a los complejos que: “…brotan del inconsciente e invaden la mente consciente de obsesiones e impulsos desconcertantes e inexpugnables… … es un error deplorable considerar la psique humana como algo meramente individual y estudiarla tan solo desde un punto de vista personal. Semejante explicación no puede admitirse sino en lo que respecta a las relaciones y quehaceres cotidianos y ordinarios del individuo”.
Más allá de estos conceptos, fundamentales para entender la obra de Jung, es preciso mencionar a dónde apunta el proceso terapéutico desde la perspectiva junguiana. La meta del análisis en este caso es la “individuación”, o integración de los opuestos que conforman la psique. Lograr individuarse es haber conseguido el estado particular de amplificación de la conciencia que permite que todos los aspectos del psiquismo se relacionen armónicamente. Se debe tener en cuenta que la individuación en sí misma es más una búsqueda que una realización posible, y que el análisis junguiano es uno de los caminos que se pueden utilizar como proceso para alcanzarla. Jung consideraba que la vida humana tiende a una finalidad y que la neurosis tiene por objeto impedir .esta natural evolución hacia la concreción del “proyecto trascendente de vida”, y es por este motivo que, a su juicio, sólo Buda y Jesús habían conseguido esto y que, tal vez, otros sólo obtuvieron su individuación después de la muerte. El análisis junguiano, entonces, es una especie de “entrenamiento” tendiente a disolver los esquemas de conducta que perturban la realización de las acciones necesarias para que los deseos positivos de vida tengan concreción.